miércoles, 16 de noviembre de 2016

El largo viaje de los amorreos hasta Canaán



Es posible que el solar primitivo de los israelitas fuera Mesopotamia, como sugiere la Biblia al designar a Ur como patria de Abraham, si bien ya en el siglo XX a.C. los amorreos, amorritas o amoritas en sumerio y amurru en acadio, se desplazaron hacia Occidente a unas tierras que ocho siglos más tarde tomarían el nombre de Palestina (con la llegada de los pilistim=filisteos) y donde aquéllos llevaban una vida nómada con rebaños de ganado menor. Los cultos religiosos de estos primitivos israelitas era similar al de los árabes anteriores a Mahoma, venerando al dios del padre en representación de todos los ancestros, a quien se referían como El (de donde deriva el Allah de los musulmanes).

Sabido es que la Biblia es una biblioteca o repertorio de escritos que recogen las tradiciones históricas, poéticas y religiosas del pueblo de Israel durante las dominaciones persa y helenística. No puede, por tanto, ser considerada como única fuente para reconstruir la historia del pueblo hebreo.

El Bereshit o Génesis de la Biblia relata que Yahvé se dio a conocer al patriarca Abram como su dios familiar. En una segunda visión Yahvé pacta una alianza con Abram:

17:1 Era Abram de edad de noventa y nueve años, cuando le apareció Jehová y le dijo: Yo soy el Dios Todopoderoso; anda delante de mí y sé perfecto.
17:2 Y pondré mi pacto entre mí y ti, y te multiplicaré en gran manera.
17:3 Entonces Abram se postró sobre su rostro, y Dios habló con él, diciendo:
17:4 He aquí mi pacto es contigo, y serás padre de muchedumbre de gentes.
17:5 Y no se llamará más tu nombre Abram, sino que será tu nombre Abraham, porque te he puesto por padre de muchedumbre de gentes.
17:6 Y te multiplicaré en gran manera, y haré naciones de ti, y reyes saldrán de ti.
17:7 Y estableceré mi pacto entre mí y ti, y tu descendencia después de ti en sus generaciones, por pacto perpetuo, para ser tu Dios, y el de tu descendencia después de ti.
17:8 Y te daré a ti, y a tu descendencia después de ti, la tierra en que moras, toda la tierra de Canaán en heredad perpetua; y seré el Dios de ellos.
17:9 Dijo de nuevo Dios a Abraham: En cuanto a ti, guardarás mi pacto, tú y tu descendencia después de ti por sus generaciones.
17:10 Este es mi pacto, que guardaréis entre mí y vosotros y tu descendencia después de ti: Será circuncidado todo varón de entre vosotros.
17:11 Circuncidaréis, pues, la carne de vuestro prepucio, y será por señal del pacto entre mí y vosotros.

La mutilación de los prepucios, o circuncisión, formaba parte de los ritos de iniciación a la pubertad en pueblos primitivos semitas. Los israelitas elevaron esta mutilación a símbolo de su alianza con Yahvé y por tanto como mandato divino. Esta exigencia fue causa de conflictos con filisteos, griegos y romanos y finalmente provocó la separación del cristianismo del tronco del judaísmo.

Algunas de las leyendas contenidas en el Génesis proceden de la cultura mesopotámica como es el mito del diluvio universal, que se escribió por primera vez en sumerio sobre una tablilla de barro cocido encontrada en las excavaciones de Nippur y que mil años más tarde los babilonios incorporan el mito del diluvio en un poema de Gilgamesh.

Hacia mediados del segundo milenio antes de nuestra era las regiones montañosas de Canaán no proveyeron alimento suficiente para sus pobladores y estos nómadas semitas se vieron obligados a desplazarse a Egipto, donde tuvieron que aceptar unas condiciones muy onerosas en régimen de semiesclavitud (habiru, de ahí el término hebreo) como mano de obra para las grandes construcciones en el delta del Nilo. En esta penosa situación, y a mediados del siglo XIII a. C., surge la figura de un personaje misterioso que les transmite un mensaje de esperanza a cambio de renovar la alianza de Abraham con Yahvé, designado a partir de ese momento como dios de los hebreos.

Moisés reimplanta en la conciencia de los hebreos (semitas transterrados) la memoria de un dios ancestral para algunas de las tradiciones semíticas, pero enmarcada en un proceso de redención nacional ante una situación de opresión social. Y así relata el encuentro de Abraham con Yahvé en el libro del Éxodo o Shemot, de redacción tardía:

3:6 Y dijo: Yo soy el Dios de tu padre, Dios de Abraham, Dios de Isaac, y Dios de Jacob. Entonces Moisés cubrió su rostro, porque tuvo miedo de mirar a Dios.
3:7 Dijo luego Jehová: Bien he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído su clamor a causa de sus exactores; pues he conocido sus angustias,
3:8 y he descendido para librarlos de mano de los egipcios, y sacarlos de aquella tierra a una tierra buena y ancha, a tierra que fluye leche y miel, a los lugares del cananeo, … .



El pueblo de Israel sólo debe rendir culto a Yahvé (monolatría) pero sin rechazar explícitamente la existencia de otros dioses. Esta característica se utiliza por algunos estudiosos para rechazar la identificación de Moisés con Akhenatón, que era monoteista. Sólo después del exilio del pueblo judío la religión hebrea se convierte en monoteísta.

MAG/16.11.2016

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