miércoles, 21 de diciembre de 2016

Joseph Roth




Moses Joseph Roth nació en el seno de una familia judia de habla alemana el 2 de Septiembre de 1894 en Brody (Imperio austrohúngaro, en la actualidad Ucrania). Su madre, Myriam Grübel, pertenecía a una familia de comerciantes judíos. Su abuelo materno era rabino. El padre, Nathum Roth, era miembro de una secta del hasidismo ortodoxo y representante de una firma hamburguesa de granos que almacenaba en Katowice. Al año y medio de casarse, poco antes de que naciera su hijo, en un viaje a Hamburgo para rendir cuentas por la merma de un cargamento, Nathum desapareció para siempre. Años más tarde un tío de Joseph descubrió en Rusia a su cuñado con la mente perdida. Como el judaísmo ortodoxo en Galitzia entendía que la demencia era una maldición divina que se extendía a toda la familia, Myriam Roth informó a sus allegados que su marido se había colgado.

Por su parte Joseph Roth prefería considerarse hijo ilegítimo, unas veces decía que de un oficial austríaco, otras de un conde polaco e incluso de un fabricante vienés de municiones. En cualquier caso, la ausencia del padre se manifiesta a lo largo de la obra de Joseph Roth, asociándola con la pérdida de la patria austro-húngara. 

En esa línea de pesimismo, describe su infancia como enmarcada en la pobreza, lo cual no era cierto pues pertenecían a la pequeña burguesía y su madre disponía de una sirvienta. A los 7 años Joseph Roth frecuenta la escuela pública (Handelsschule) del barón Maurice von Hirsch, magnate judío y filántropo, donde se enseña el hebreo y la Torá, pero también el alemán y el polaco. En 1905 Roth asiste a las clases del Liceo del Prícipe Imperial en Brody. Esta enseñanza, bastante costosa, es sufragada por su tío Siegmund Grübel, aunque muy bien aprovechada por el joven Roth, único judío de su promoción que, por su condición, obtiene en 1913 el título de bachiller sub auspiciis imperatoris. Es en esta época cuando escribe sus primeros poemas. 

Se inscribe en la Universidad de Lemberg (actualmente Lviv, en Ucrania), donde la enseñanaza es en polaco. Surgen las primeras confrontaciones entre los alumnos de nacionalidades diferentes y también entre las distintas sectas judías (Hasidismo, Haskalá y el movimiento sionista, por el que Roth se inclina). En 1914 Joseph Roth, cuya lengua materna era el alemán, decide trasladarse, acompañado de su madre, a Viena en cuya universidad se matricula. Es en esta etapa de llegada  a la gran ciudad cuando la escasez es evidente pues la ocupación rusa de Galitzia impide que el tío Siegmund les envíe dinero. Sin embargo, el entusiasmo de Roth por sus estudios hacen que sus escritos destaquen y su esfuerzo sea reconocido con becas. Además es contratado como preceptor de los hijos de la condesa Trautmannsdorff, lo que permite redondear sus ingresos. Los testigos de la época lo describen como un dandy vienés: pantalón planchado con raya, bastón de caña y monóculo.

Pronto esta situación privilegiada va a deteriorarse rápidamente con el inicio de la Primera Guerra Mundial y la descomposición del imperio austro-húngaro. Inicialmente la posición de Roth era pacifista en contraposición al entusiasmo de la mayoría de sus compañeros universitarios. Pero a medida que pasa el tiempo siente que su postura es incómoda y humillante, y, aunque había sido declarado como no apto para la guerra, el 31 de mayo de 1916 se presenta como voluntario (Einjährig-Freiwilliger) en el 21º Batallón de Cazadores. Durante el período de formación fallece el emperador Francisco-José el 21 de noviembre de 1916 y Joseph Roth es uno de los soldados que acordonan la calle mientras pasa el cortejo fúnebre.

Este momento trágico aparece una y otra vez en la obra de Joseph Roth, en concreto en La Marcha de Radetzky y en La Cripta de los Capuchinos, como una metáfora central de la decadencia del imperio de los Habsburgo y de la pérdida de la patria.

Roth es destinado a su Galitzia natal con la 32ª División de Tropas de Infantería. Durante su servicio militar escribe como corresponsal de guerra para los periódicos Der Abend y Der Friede y publica poemas y textos en prosa en el Österreichs Illustrierter Zeitung. Y poco antes del armisticio se le adscribe al Servicio de Prensa en Lemberg. No hay constancia de que fuera hecho prisionero por los rusos, como él presume.

Tras el fin de la guerra se ve obligado a interrumpir sus estudios, para ganarse la vida. En Viena no encuentra un medio de lograrlo y se marcha a Brody, pero en el camino se ve envuelto en la refriega entre las tropas polacas, checoeslovacas y ucranianas, que a duras penas le permiten regresar a Viena. Finalmente en abril de 1919 consigue un empleo como redactor en Der Neue Tag, donde también escribían Alfred Polgar, Anton Kuh y Egon Erwin Kisch. Se solían reunir en el Café Herrenhof, donde en otoño de ese año conoce a la que sería su esposa Friedrike (Friedl) Reichler.

A finales de abril de 1920 Der Neue Tag deja de publicarse y Roth se marcha a Berlín, donde escribe para distintos periódicos entre ellos el Neuen Berliner Zeitung y el Berliner Börsen-Courier.
Dos años más tarde rompe su colaboración con este último que consideraba muy conservador, pues, aun no siendo socialista practicante, teorizaba con el seudónimo de ‘Joseph el Rojo’ en el diario socialista Vorwärts.

En 1922 Myriam Roth cae enferma de cáncer y es operada en Lemberg, donde su hijo la ve por última vez antes de su fallecimiento.

El 5 de marzo de ese año Roth se casa en Viena con Friederike (Friedl) Reichler, una mujer inteligente pero no intelectual que no responde a lo que Joseph Roth esperaba de ella.

En 1923 Roth trabaja como cronista para el prestigioso Frankfurter Zeitung, desde Alemania o desde Austria, según se encontrase la inflación en uno u otro país. Colaboraba también con el Wiener Sonn-und Montagszeitung, la Neues 8-Uhr-Blatt y Der Tag, todos ellos vieneses. Escribió algunos  artículos para la  Prager Tageblatt de Praga. Redacta también una novela titulada La Tela de Araña, que aparece por capítulos en el diario Arbeiter-Zeitung de Viena.

Roth considera que su colaboración con el Frankfurter Zeitung no está bien pagada y amenaza con dejar el periódico. Le ofrecen enviarlo de corresponsal a París y se siente entusiasmado en su puesto a lo largo de 1925. Sin embargo, un año más tarde lo sustituyen por Friedrich Sieburg, provocándole una gran decepción. En compensación, el Frankfurter Zeitung le encarga los grandes reportajes y de septiembre a diciembre de 1926 recorre la Unión Soviética, de mayo a junio de 1927 Albania y Yugoslavia, en otoño de este año el Sarre, de mayo a junio de 1928 Polonia y de octubre a noviembre también en 1928 Italia.

Al final de este largo periplo su esposa Friedl da muestras evidentes de esquizofrenia. Roth entra en una crisis profunda pues no acepta que la enfermedad de su mujer sea irreversible y cree que él es culpable pues según los judíos la demencia es un castigo divino. Acuden a consultar a un rabino milagroso hasídico, sin éxito. Es cuando Roth se entrega a la bebida deteriorándose su situación financiera.

Los padres de Friedl se hacen cargo de ella y la llevan a distintos centros de salud mental en los alrededores de Viena. Joseph Roth abandona Alemania y se traslada a París el mismo día, 30 de enero de 1933, del nombramiento de Hitler como canciller, plenamente consciente de lo inevitable de una nueva guerra. Pronto los libros de Joseph Roth fueron prohibidos y quemados en Alemania, convirtiéndose en un escritor proscrito.

En 1935 Friedl es internada en la clínica del Land Mostviertel Amstetten-Mauer y sus padres emigran a Palestina. Joseph Roth solicita la separación. En 1940 Friedl Roth es enviada en dirección de Linz, donde nunca llegó pues los nazis le aplicaron el programa de eutanasia. Su acta de defunción tiene fecha de 15 de julio de 1940.

Aun con la sensación de culpabilidad por la enfermedad de Friedl, en 1929 Joseph Roth conoce a una comediante judía, Silbyl Rares, que trabajaba en el Teatro de Francfort y mantiene con ella una corta relación. Poco después le presentan a una redactora de la revista del grupo Ullstein Gebrauchsgraphik, Andrea Manga Bell, nacida en Hamburgo, hija de una hugonote hamburguesa y de un cubano de raza negra. Estaba casada con el príncipe de Douala y Bonanjo, en la antigua colonia alemana del Cemerún, hijo del rey Rudolf Manga Bell, ejecutado en 1914 por los alemanes. Andrea era la única fuente de subsistencia de sus dos hijos tenidos con el príncipe. La belleza exótica e independencia de Andrea fascina a Joseph Roth, quien pronto ofrece su  apartamento a Andrea y a sus dos hijos, que le seguirían en sus viajes. Problemas económicos y los celos de él rompen una relación de nueve años.

A diferencia de otros escritores emigrados, Roth encuentra oportunidades para publicar sus trabajos en las revistas del exilio Das neue Tage-Buch y en las neerlandesas Querido y Lange, así como la editora cristiana De Gemeenschap, lo que le obliga a viajar con frecuencia a los Países Bajos.

En el verano de 1936, Roth viaja a la ciudad belga de Ostende por invitación del también escritor austrohúngaro y judío Stefan Zweig, quien le introduce a la escritora Irmgard Keun con quien compartiría su afición al alcohol y un apartamento en el Hôtel Foyot de París, que es demolido por vetusto en el invierno de 1937. De nuevo Roth siente que es expulsado de una parcela de ‘su patria’. Alquila una pequeña habitación encima de su café habitual, el Café Tournon. Y otra vez más el carácter celoso de Roth hace que Irmgard lo abandone en 1938.

A partir de ahora sus finanzas y su salud se deterioran significativamente. Stefan Zweig le socorre con generosidad. El 23 de mayo de 1939 Roth se desvanece delante del CaféTouron y es llevado por unos indigentes al Hospital Necker. Cuatro días más tarde fallece por una doble inflamación pulmonar favorecida por un alcoholismo agudo.

El 30 de mayo es enterrado en el cementerio de Thiais en el sur de París, con ceremonia religiosa católica, a la que asistieron judíos y católicos, comunistas y monárquicos. Sobre la piedra de su tumba figura esta humilde inscripción: Écrivain autrichien – mort à Paris en exil. Aquel hombre se llamaba Joseph Roth y fue uno de los más grandes escritores del siglo XX. En su ciudad natal de Brody se ha erigido una pequeña placa conmemorativa en ucraniano y alemán, en recuerdo de su hijo distinguido.

El éxito como novelista le llegó a Joseph Roth tras la publicación de "Job" y, sobre todo, "La marcha de Radetzky" en 1932, donde cuenta las vicisitudes de una familia en plena decadencia del Imperio austrohúngaro. La amarga experiencia del derrumbamiento del mundo de los Habsburgo y sus consecuencias psicológicas, así como la obligada marcha de los judíos de Europa central hacia Occidente, fueron desde el inicio los temas centrales en su obra. Utiliza en sus obras un lenguaje claro, directo y elegante, aunque desencantado. Su estilo literario mudó del expresionismo alemán hacia la llamada "nueva objetividad”. Entre otras muchas obras, aparte de las ya citadas, son relevantes "Fuga sin fin", "La leyenda del Santo Bebedor", "La cripta de los Capuchinos" y "La rebelión". 

Llegó a obtener bastante popularidad y a convertirse en uno de los más conocidos escritores de la Europa de entreguerras.". En “El busto del Emperador” describió el desarraigo de quienes vieron dividirse en naciones aquella Europa cosmopolita bajo el odio de la Gran Guerra. «Hablaba igual de bien prácticamente todas las lenguas europeas, se sentía en casa en la mayoría de los países europeos».

Poco antes de morir había escrito una novela corta a la que tituló «La leyenda del santo bebedor». En ella escribió «denos Dios a todos nosotros, bebedores, tan liviana y hermosa muerte». Una muerte de absentas y borracheras. En otra de sus novelas más celebradas, «La marcha Radetzky», definió mejor que nadie la necesidad de alcohol de aquellos que «beben con sed del alma, que es la sed del bebedor».

Siendo judío, asumió posturas asimilacionistas y se alejo del sionismo, y parece que recibió el bautismo católico. «Mi judaísmo nunca me pareció nada más que un atributo accidental, algo así como mi bigote rubio -que lo mismo podría haber sido negro-. Nunca sufrí por ello. Nunca me enorgullecí de ello», escribió en una carta a Stefan Zweig. Su identidad era la de un continente, Europa, que por entonces significaba algo más que un accidente geográfico. Escribió Roth que «bajo el imperio multinacional de los Habsburgo las minorías se encontraban en una casa amplía», una libertad que desapareció cuando la casa era de los magiares o de los checos. Supo describir mejor que nadie las amenazas de los años treinta. 

MAG/21.12.2016





jueves, 15 de diciembre de 2016

Novalis



En la clase de ayer sobre Heinrich Heine el profesor Abella mencionó a Novalis como uno de los representantes del Romanticismo alemán. Copio a continuación una publicación que subí en mi blog sobre Cultura Occidental hace tres años, pero que evidentemente sigue en el mismo nivel de 'actualidad'.

Con un París en fervor de guillotinas, la colmena de principados que ahora es Alemania alumbró a una serie de videntes institucionales, vástagos de la Ilustración del XVIII, y padres del Romanticismo decimonónico, en gestación. La dirección espiritual de estos afluentes se puede atribuir a Goethe, a Schiller, a Fichte, personajes que ya aparecieron en el último libro de Rüdiger Safranski. Entre los más jóvenes de esta bisagra de siglos está Georg Philipp Friedrich von Hardenberg (Novalis), nacido en 1772 en un convento dominico reformado para castillo familiar en el siglo XVII. Su familia noble sajona lo educó según los cánones pietistas. Tomó el nombre de Novalis (el que conquista nuevas tierras) de un antiguo título nobiliario del siglo XII en su aristocrática familia.

Realizó sus primeros estudios en el palacio de Lucklum y en la escuela luterana de Eisleben, donde aprendió retórica y literatura antigua; después se trasladó a Jena para estudiar Derecho, asistiendo a los cursos de historia de Friedrich Schiller, a quien acompañó junto al lecho en sus horas de enfermedad, y donde conoció a Johann Gottlieb Fichte, cuya filosofía idealista gravita sobre toda su obra. Transforma el concepto de Fichte de “No yo” (Nicht-Ich) en “” (Du), un sujeto equivalente al Yo (Ich). Éste es el arranque de la 'Religión del Amor' (Liebesreligion) de Novalis.

Aconsejado por Schiller se trasladó en 1791 a Leipzig, donde conoció a los hermanos August y Friedrich von Schlegel, y un año más tarde pasó a Wittenberg, donde ejerció la jurisprudencia. Así pues, Novalis trabó amistad con los más importantes poetas y pensadores del naciente Romanticismo alemán, y de hecho su obra es un reflejo de la nueva sensibilidad que entonces estaba naciendo. También fue íntimo de Ludwig Tieck, trató a Schelling y una tarde coincidió con Hölderlin. Éste y Novalis son dos poetas de "la noche sagrada", pero Hölderlin era el elegíaco pagano, y su vuelta a los dioses míticos no era una simple simbología artística, a la manera de Goethe, o del Schiller de 'Los dioses de Grecia'. En cambio, Novalis, el noble que se dignó a trabajar, algo tuvo de paladín cristiano.

En octubre de 1794, Novalis trabajó como actuario para August Coelestin Just, que no solamente fue su superior, sino también amigo y más tarde su biógrafo. Es en este mismo año de 1794 cuando se produce un hecho determinante en el curso tanto de su vida como de su obra: conoce a Sophie von Kühn, de la que se enamora y con la se promete en secreto. La muerte de su prometida, la jovencísima Sophie von Kühn, a causa de la tuberculosis (1797), le sumió en una profunda crisis espiritual. Este hecho es considerado como el desencadenante de su obra más conocida, los “Himnos de la noche” (Hymnen an die Nacht), escrita en 1800, que junto con los “Fragmentos” (Fragmente), forman casi la totalidad de su producción poética. 

En los “Himnos de la noche”, una breve obra compuesta por seis himnos de poemas en prosa y verso, el poeta exalta la noche, identificada con la muerte, como el paso hacia la «vida verdadera», un renacimiento místico en la persona de Dios donde el reencuentro con su amada y con el conjunto del universo sería posible, todo ello evocado por medio de un lenguaje sugestivo y armónico. "Y todo lo que me hizo feliz aquí en la tierra/ huyó, / y también mi tristeza". 

El segundo himno encarna todo lo que desde el Siglo de las Luces se ha rechazado por considerarse irracional: la fe, la imaginación, la fantasía, el amor. Y sin embargo, es la noche la que, a la postre, se termina manifestando como la potencia redentora que devuelve al universo su unidad con lo infinito, con la eternidad.

En el quinto himno la “Edad de Oro” es identificada con la Grecia arcaica, un tiempo mítico en el que el ser humano y la naturaleza vivían en plena comunión. Esta edad de oro era vulnerable y de hecho sucumbió ante la potencia destructora de dos enemigos: el propio hombre y la muerte. El primero la destruyó mediante la reducción de la naturaleza a un mecanismo ciego gobernado por la fría razón lógica. Es la operación que lleva cabo la Ilustración. 

Para los románticos, naturaleza y hombre se presentan hoy como dos elementos heterogéneos, casi enemigos. De hecho, la técnica –y la ciencia en la que sustenta- no son más que el resultado del esfuerzo humano por dominar la resistencia que la naturaleza ofrece. Pero, según Novalis, esto no siempre fue así. Hubo un tiempo en el que la naturaleza, animada por fuerzas que hoy no pueden ser percibidas, dejaba transparentar correspondencias, vínculos, y asociaciones, en las que cada elemento hallaba su sentido pleno dentro del conjunto del organismo. Recordemos que la base de esta interpretación hay que buscarla en la teoría del anima mundi, según la cual el mundo es un macro-organismo vivificado por un alma única. De este modo, cada fragmento de él se halla en una relación con el resto análoga a la que hay entre cada célula de un ser vivo y aquéllas que en su conjunto forman el organismo. El ser humano es, dentro de este esquema, una privilegiada parte del cuerpo capaz de sentir en sí mismo esta unidad. Pero no cualquier hombre. Sólo lo puede aquél que posee sensibilidad para percibir la manifestación última de esta armonía plena en la que todo descansa: la belleza. Es decir, el poeta. Únicamente él comprende la fuerza espiritual que mueve el universo porque es la misma que anima su propia actividad.

En un lugar así, los poetas no sólo eran artistas de la palabra, sino seres en los que esa llama vivía de un modo privilegiado; sacerdotes del dulce culto, y a través de él, podían convocar a todas las fuerzas del universo para que revelaran sus secretos. Así, la naturaleza sería para ellos un espacio amigo, un paraje en el que cada ser obedecía al impulso que nace de la belleza.

Los “Fragmentos”, compuestos entre 1795 y 1800, comprenden una serie de apuntes, aforismos y comentarios breves sobre filosofía, estética y literatura, en los que expresa las principales inquietudes y concepciones teóricas del romanticismo. La angustia del poeta es provocada por la fractura que separa al sujeto del objeto, dentro de los estrechos límites fijados por el kantismo: la mediación conceptual falsea la unidad esencial de la vida, de la que participa el poeta, sin poder asirla ni expresarla jamás. El papel asignado al arte se acerca al de la religión, por cuanto tiene la misión de hacer visible aquella intuición absoluta, aunque en sus apuntes Novalis indica que tal acceso debe realizarse desde la autorrevelación del arte como mediación, como falsedad y, por tanto, como absoluta libertad creativa. Junto a estas consideraciones se hallan otras muchas sobre las más variadas materias, desde el esoterismo hasta la matemática y las ciencias, pasando por el derecho y la política. Según explicó su amigo Tieck, Novalis "había desarrollado el plan para una obra enciclopédica propia, en la cual las experiencias e ideas de las diversas ciencias debían explicarse, apoyarse y animarse mutuamente".

En prosa, Novalis publicó en estado fragmentario “Enrique de Ofterdingen” (Heinrich von Ofterdingen), considerada una de las novelas emblemáticas del romanticismo. Novela de aprendizaje, el autor proyecta en ella las obsesiones que guiaron su propia vida. El protagonista, un juglar medieval cuya existencia histórica es incierta, aunque se le supone autor del Cantar de los Nibelungos, debe salir al «exterior» para hallar su propia identidad, a través de los lugares comunes literarios del viaje y del enamoramiento. Las preocupaciones románticas que distinguen la novela se resumen en la imagen de la flor azul (símbolo de la Poesía) que el protagonista ve en sueños, y a cuya búsqueda se dedica. El elemento central de la obra son las reflexiones de Novalis sobre la esencia de la poesía y su objeto. El protagonista, Enrique, indaga sobre la raíz última del arte, que desvela las armonías del yo con la Naturaleza. La formación geológica de Novalis le pudo brindar esta audacia: "¿Serán los cuerpos del sistema solar fosilizaciones… acaso de ángeles?".

La novela inconclusa “Los discípulos de Sais” (Die Lehrlinge zu Sais) presenta una visión alegórica de la naturaleza; escrita durante los estudios geológicos del autor, narra los esfuerzos de un grupo iniciático por desentrañar la verdad sobre la esencia de la naturaleza. 

El eje central que configura la cosmovisión de Novalis es una experiencia personal: la muerte de Sophie y la posterior vivencia de su nexo con ella más allá del abismo que aparentemente los separaba. Así lo describe en su diario:

Empecé a leer a Shakespeare –me adentré poco en su lectura. Al atardecer me fui con Sophie. Allí experimente una felicidad indecible –momentos de entusiasmo, como relámpagos- vi cómo la tumba se disolvía ante mí como una nube de polvo –siglos como momentos- sentía la proximidad de ella –me parecía que iba a aparecer de un momento a otro.

En la colina en la que se hallaba la tumba de Sophie, Novalis vive la experiencia de que la muerte es sólo un paso previo, doloroso pero necesario, para el advenimiento de un tipo de unión establecida sobre vínculos más sólidos que los anteriores. A partir de este hecho, el poeta contempla el conjunto del universo movido por un dinamismo en el que el vacío, el momento de la negación, de la nada, es algo requerido para que se cumpla el destino final de todo, que no es otro que la unidad plena en un amor eterno. A pesar de ello, prácticamente todos los críticos coinciden en afirmar que, si bien es indudable que el elemento biográfico es importante para la comprensión de la obra, ésta no se limita a ser una mera sublimación de aquél. Por el contrario, en ella se puede encontrar toda una visión de cosmos que sobrepasa con mucho la descripción de un hecho personal.

Con su ensayo “La Cristiandad o Europa” (Die Christenheit oder Europa)Novalis presenta otra de las características del movimiento con una melancólica añoranza de un tiempo pasado en el que se forja la nación alemana y la Europa cristiana. Novalis expresa toda la nostalgia romántica por la perdida unidad de la Europa cristiana medieval, en una exaltación de la fe cristiana. Ensaya una paz perpetua teológica mirando a tiempos previos a la Reforma: "Hay que volver a la antigua fe católica".

Sus 15 'Cánticos espirituales' (Geistliche Lieder), conjunto de poemas religiosos de gran emotividad, testimonian una fe teñida de piadosa resignación y que fueron escritos por la misma época que sus “Himnos”, a los que prolongan y completan en parte. Están hechos también con una expresión más íntima, sencilla y rítmica y fueron escritos para ser cantados. Cristo aparece en ellos como símbolo de la unidad de poesía y religión y forman parte del cancionero litúrgico del protestantismo. Schubert musicó varios de estos 'Cánticos...'.

En 1798 marchó a Freiberg para estudiar geología y se compromete con Julie von Charpentier. Al año siguiente se convirtió en administrador de minas en Weissenfels, ascendiendo pronto a director. Y a los 28 años de edad es nombrado magistrado (Supernumerar-Amtshauptmann) del distrito de Turingia. Padece tuberculosis desde agosto de 1800 y el 25 de marzo de 1801 muere en Weissenfels.

Las concepciones estéticas de Novalis, cuya obra constituyó un canto a la integración mística de espíritu y naturaleza, influyeron notablemente en el desarrollo posterior del romanticismo europeo. 

Su obra publicada en vida se limita a los “Himnos” y a dos series de “Fragmentos”aparecidos en la revista Athenäum en mayo de 1798. El conjunto de su producción fue publicado a su muerte por Friedrich Schlegel y Tieck. La poesía y escritos de Novalis ejercieron influencia en Hermann Hesse, George Mac Donald, C. S. Lewis, … y fueron citados a menudo por Juan Ramón, Aleixandre y Borges. La novelista Penelope Fitzgerald noveló la vida de Novalis, resaltando su educación, su evolución filosófica y poética así como el romance con Sophie en The Blue Flower.

MAG/15.12.2016

domingo, 27 de noviembre de 2016

Los jázaros



En la última clase, el profesor Abella mencionó a los jázaros junto con los askenazíes como integrantes del amplio colectivo judío en Europa oriental.

Copio a continuación una nota que escribí hace dos años y publiqué en mi blog de Cultura Rusa sobre el pueblo jázaro, que espero pueda interesaros:



Tras la fragmentación del Imperio Turco Gök, los jázaros (khazars en inglés) emergieron como una potencia regional, creando una red comercial norte-sur y recibiendo tributos de 25 pueblos a ellos sometidos. Implantaron una administración fiscal centralizada que permitió el despliegue de un ejército de 10 000 hombres y una red de fortificaciones logrando así una estabilidad interna y capacidad agresiva frente a otros pueblos de la estepa.

Los jázaros llegaron a controlar un vasto imperio y su influencia se extendió hacia lo que hoy es Polonia, Austria, Rumanía, Hungría, etc., jugando un papel central en las más importantes guerras de la región del Cáucaso. A principios del siglo VII, se unieron con turcos y bizantinos para derrotar al estado persa. 

En los siglos VII y VIII, defendieron la frontera del sudeste de Europa de la invasión árabe, permitiendo indirectamente a la Cristiandad sobrevivir en Bizancio y más tarde crecer en Ucrania.

Sobre el 740 d.C. el rey Bulán, adopto el judaísmo por razones políticas, a fin de que su pueblo no desapareciese absorbido por los reinos cristianos desde Bizancio o los musulmanes del Califato de Baghdad.

Sin embargo, los jázaros practicaron una tolerancia religiosa como lo demuestra el hecho de que en el Tribunal Supremo de su capital, Itil, se hallaba representada cada religión principal (Cristianismo, Islam, Judaísmo, y el paganismo eslavo).

El profesor Peter Golden de la Universidad de Rutgers (New Jersey), escribió en su libro Khazar Studies que "A cada escolar en el mundo occidental se le ha dicho que sino fuera por Carlos Martel y su victoria en la batalla de Poitiers, hubiera podido encontrarse ahora una mezquita en el lugar en que está erigida actualmente la catedral de Notre Dame. De lo que pocos escolares son conscientes es que, si no fuera por los jázaros, Europa Oriental bien podría haberse convertido en una provincia del Islam".

La historia de los jázaros llamó la atención de un famoso médico y diplomático judío español conocido como Hasdai ibn Shaprut, canciller del Califato de Al-Andalus, nacido en Jaén en 910 y fallecido en Córdoba en 975. Enterado por mensajeros bizantinos de que los jázaros estaban gobernados por un rey nombrado Yosef le escribió una carta, en la que le decía: "Nosotros vivimos en la diáspora sin poder alguno. Cuando oímos hablar del poderío de su monarquía, y de su ejército poderoso, fuimos presa del asombro. Alzamos nuestras cabezas, nuestros espíritus retornaron, nuestras manos fueron fortalecidas y el reino de mi señor fue nuestra respuesta de defensa. Cuando estas noticias ganen más fuerza, a través de ella nos elevaremos más allá". 

La carta de Hasdai, y la contestación que le envió Yosef, fue descifrada gracias al trabajo del estudioso Yitzhak Aqrish (1489-1578?), otro sefardí exiliado en Egipto. Aqrish descubrió copias de las cartas de Hasdai y de Yosef en El Cairo y las publicó en Constantinopla en un panfleto en hebreo llamado Kol Mebasser, con el objeto de levantar el espíritu de los judíos oprimidos alrededor del mundo.

Otra vinculación de los jázaros con Sefarad aparece cuando David ben Yosef, de siete años, hijo del Qagan de Samandara, es enviado en 1150 a España para estudiar judaísmo en la misma residencia de Moshe ben Maimon (Maimónides) hasta alcanzar el rabinato. Diez años más tarde regresa a Jazaria, donde a la muerte de su padre, accede al puesto de Qagan.

Pero sin duda la relación más estrecha entre un sefardí y el pueblo de los jázaros se encuentra en la principal obra del filósofo y médico español, Yehudah Ben Samuel Halevi, nacido en Tudela sobre el año 1070, considerado como uno de los poetas judíos más destacados en la literatura hispano-hebrea es la llamada El Kuzarí o Libro de la prueba y del fundamento sobre la defensa de la religión menospreciada, escrito entre 1130-1140, y compuesto de cinco discursos. El nombre dado al libro, El Kuzarí, se debe a que el autor presenta en su obra a un rey pagano —el rey de los Jázaros— que quiere conocer la verdadera religión y que, tras acudir a filósofos aristotélicos, a cristianos y a musulmanes, solo encuentra la verdad en las fuentes bíblicas del judaísmo, de las que ya le habían hablado, pero que solamente un sabio judío ortodoxo le revela en toda su verdad e integridad. Así, hace una apología del judaísmo y de lo que llama «la verdadera revelación» y, aún siendo una obra de carácter principalmente edificante y apologético, abundan en ella los conceptos teológicos y filosóficos. Constituye un extraordinario compendio de tradiciones orales y costumbres semitas.


MAG/27.11.2016

viernes, 25 de noviembre de 2016

León Hebreo (Yehuda ben Yitzhak Abrabanel)

León Hebreo (Yehuda ben Yitzhak Abrabanel) nació en Lisboa en torno al año 1465. La familia Abrabanel era una vieja estirpe peninsular y el bisabuelo de Yehuda, Samuel Abrabanel, había gozado de la confianza de tres reyes castellanos en el siglo XIV. 

Yehuda recibió una esmerada formación fuertemente influída por el humanismo ibérico además de la filosofía judía e islámica en aquel momento histórico que vio el ocaso de la presencia sefardí en España y Portugal. Estudió también Medicina.



Su padre, el gran exégeta de la Biblia y filósofo sefardí, Isaac Abrabanel, fue consejero del rey Afonso V de Portugal, quien falleció en 1481. Su sucesor João II acusó a Isaac de haber estado comprometido con el Duque de Braganza en una conspiración contra él. Esto lo obligó a huir a España en 1483 con su familia, instalándose inicialmente en Sevilla y más tarde en Toledo. Isaac en poco tiempo amasó una respetable fortuna económica en tierras castellanas, gracias a la cual ganó la confianza del cardenal Pedro González de Mendoza y de los Reyes Católicos, ayudando a subvencionar la toma de Granada. Yehuda fue nombrado médico de la familia real en 1484. 

En 1492 Ios Reyes Católicos promulgan el edicto de expulsión o conversión de los judíos, e Isaac Abrabanel se arroja a los pies de Isabel y Fernando solicitando revoquen aquél. A modo de respuesta, los Reyes Católicos urdieron un complot para secuestrar al hijo de Yehuda y forzar así la conversión de toda la familia Abrabanel a fin de que pudieran permanecer al servicio de la corte. Advertido Yehuda de la treta, envía a su hijo con una niñera a Portugal donde, por orden del rey, es capturado y bautizado. Esta afrenta acompañó amargamente a Yehuda a lo largo de su vida. 

La familia Abrabanel decide exiliarse, pero no a Portugal, ni al norte de África ni al Imperio otomano como muchos de sus correligionarios, sino a Italia, donde parece que Yehuda conoció a Pico della Mirandola en Florencia, componiendo para él un discurso sobre ‘La armonía de los mares’. Otros humanistas con quienes se vio fueron Elia de Medigo, maestro de Pico della Mirandola, Yohanan Alemanno (un judío alemán influenciado por el misticismo neoplatónico de la corte de los Medici, autor de ‘Canción de canciones’), Giovanni Pontano, Mario Equicola y un monje de nombre Egidio da Viterbo. 

A pesar de la acusación de que los sefardíes habían traído la peste, los Abrabanel se establecen finalmente en el Reino de Nápoles donde los judíos gozaban de una situación relativamente favorable durante siglos, y también durante la dominación aragonesa bajo Alfonso el Magnánimo y su hijo bastardo, Fernando II, que murió en 1494. El hijo de Fernando II, Alfonso II, no pudo evitat la irrupción del ejército francés de Carlos VIII en el reino, lo que provocó la dispersión de la familia Abrabanel. El padre, Isaac, siguió el séquito del monarca aragonés a Sicilia donde Alfonso II murió después de abdicar, en 1495, y Yehudah se refugió por un tiempo en Génova donde ejerció la profesión de médico de 1496 a 1497, año en que se juntó con su padre y familia en Monopoli, puerto en la costa de Puglia que, desde 1495 había pasado a la República de Venecia. 

León Hebreo escribió entre 1501 y 1502 Dialoghi D’Amore, que tuvo gran difusión, excepto en el mundo judío. Fue en 1535, ya fallecido su autor, cuando su amigo Mariano Lenzi descubre el manuscrito que fue publicado en Roma en italiano florentino. El hecho que la obra de un literato sefardí, formado en Portugal y España alcanzara un éxito indiscutible en la cultura europea del periodo renacentista, con tres traducciones castellanas impresas y dos inéditas, dos francesas, una latina y nueve ediciones italianas tan sólo en el siglo XVI, es digno de estudio.



Curiosamente la obra no apareció en latín, como era todavía habitual en esa época. Pronto se tradujo al francés, al hebreo y al latín. En 1535 Garcilaso de la Vega realizó la traducción española. Existen dudas razonables sobre si redactó sus ‘Diálogos de Amor’ en italiano, ya que es cuestionable que el literato sefardí, formado en Portugal y España, llegando al Reino de Nápoles con más de treinta años, en tan sólo diez y habiendo casi siempre vivido en el sur de Italia, haya podido componer una imponente obra en un italiano toscano tan correcto. Tras su redacción inicial,  probablemente escrita en ladino, el autor, consciente del prestigio del toscano y deseoso de que su obra circulase entre lectores italianos y cristianos, encomendó a manos más diestras en el manejo de la lengua literaria italiana para su progresiva re escritura, hasta que cobrase la forma que tuvo en su editio princeps de Roma.

La primera, cuarta y quinta ediciones llevaban por título Dialogi d'Amore di Maestro Leone Medico Hebreo; la segunda y tercera edición aparecieron en 1541 como “Dialoghi di Amore composti per Leone Medico, di Natione Hebreo, et di poi fatto Christiano”, probablemente con el objeto de que no fuese rechazada por lectores cristianos susceptibles. 

La obra constituye un tratado sobre el amor en la línea de Ficino (De Amore, 1484) y Pico de la Mirandola (Comentario a una canción de amor de Jerónimo Benivieni, publicado en 1522) a la par que una suma de conocimientos herméticos. Está escrita en forma de diálogo entre Filón (el Amante) y Sofía (la Sabiduría).

Cervantes en el libro IV de la Galatea y en el prólogo de la primera parte de el Quijote de El Quijote, refiriéndose a Dialoghi d’Amore escribió el siguiente elogio: “Si tratáredes de amores, con dos onzas que sepáis de la lengua toscana, toparéis con León Hebreo que os hincha las medidas”.

El 23 de noviembre 1510 se publicó un edicto de expulsión de los judíos del Reino de Nápoles pero no fue consumada del todo, pues de ella quedaron exentas doscientas familias judías que podían pagar una multa de 3000 ducados cada año, mientras que alrededor de 30 000 judíos tuvieron que salir del Reino entre 1510 y julio del 1511. Exactamente diez años después el Virrey Ramón Folc de Cardona concede garantías a los judíos que aún permanecían en el Reino, exonerando a  «León Abravanel, médico y su casa» del pago de la multa. 

En 1521 un fraile franciscano, Fra Francesco de l’Angelina, solicita al Virrey que se imponga un gorro amarillo a los judíos del Reino. El Maestro ‘León Hebreo’ interviene para frenar la medida. Tristemente los esfuerzos de Abrabanel solamente postergaron las medidas antijudáicas pues finalmente el 28 de abril de 1521 se publicó el decreto.

Es en el año 1523 cuando parece más probable que León Hebreo (Yehuda ben Yitzhak Abrabanel) falleciese en Nápoles, aunque algunos establecen su muerte el 6 de mayo de 1527 y en la casa romana de su amigo Mariano Lenzi cuando las tropas de Carlos V saquean la ciudad del Papa.

León Hebreo fue sin duda un extraordinario intérprete del neoplatonismo renacentista. Renueva la erótica de Platón buscando armonizarla con otras tradiciones (el realismo, la teología y la mística judaicas). Los Diálogos de amor forman parte de lo que Leibniz y Huxley llamaron "Filosofía perenne". El geocentrismo de León Hebreo no puede ser confundido con el medieval. El verdadero centro de la concepción medieval del mundo era el infierno. La cosmografía geocéntrica propia del Medievo servía para la humillación del hombre, no para su exaltación. 

León Hebreo deseaba restaurar aquella originaria inspiración en que la Metafísica y la Poesía, la Ciencia y el Arte, se confundían en una sola sabiduría universal: la descripción de los efectos universales del Amor. En ella se enseña que esa fuerza magnética que mantiene unido al todo es la que mueve incluso a la materia prima. El Amor es ese espíritu vivificante que penetra el mundo, poniendo justicia y armonía, enlazando en orden todas las cosas del universo, sean corpóreas o incorpóreas. En fin, esta "filografía o disciplina amatoria" fue una especie de filosofía "armonista" muy popular en España e Italia durante todo el siglo XVI. Por un lado, alcanza su expresión más alta en la bellísima oda de Fray Luis de León al músico ciego Salinas o en la teopatía mística de San Juan de la Cruz; por otro lado, encuentra su expresión más exotérica en la poesía erótica de Camoens, Herrera o Cervantes.

León Hebreo, en el primero de su Diálogos, desarrolla la distinción entre el amor y el deseo, y distingue, siguiendo a Aristóteles, entre el amor deleitable, el útil y el honesto. Filón (el amante) presenta a Sofía (la amada) la perfección del amor honesto como amor a Dios y en Dios, porque el amor se realiza en el Bien, y Dios es la suprema bondad. La verdadera felicidad se encuentra pues en conocer y amar a Dios. 

El segundo diálogo versa sobre la universalidad del amor. El amor ata el cielo y la tierra como una gran cadena doble, de expansión y retorno, como una fuerza bipolar que desciende desde las causas a los efectos y asciende desde los efectos a las causas. 

Al amor divino se refiere León Hebreo en el tercero de sus diálogos, no en el sentido del deseo de perfección propio de los mortales, sino del amor de Dios para con nosotros y "para todas las cosas que ha criado". Este amor de Dios no puede reducirse a la carencia ni puede haber nacido de la Penuria, ni debe suponer el reconocimiento de alguna falta, "porque Dios es sumamente perfecto, y nada le falta". Por consiguiente, o bien es un amor libre de deseo o, mejor, lo que sucede es que el amor divino no es deseo de perfección para sí, sino el deseo de que todas las cosas por Él producidas lleguen a ser perfectas, "mayormente de aquella perfección que ellas pueden conseguir, mediante sus propios actos y obras", como sería en los hombres por sus obras virtuosas y por su sabiduría. 

A León Hebreo se le plantea un grave dilema metafísico, o bien admite con Platón que Dios, al ser perfecto, no ama y que el amor, precisamente por suponer deseo e imperfección, no es Dios, sino un poder intermediario entre lo sensible y lo inteligible, lo mortal y lo inmortal, esto es, un Gran Demon, o bien, si admite un dios deseante y amoroso, limita su perfección haciéndole depender de la posible y deseable perfección de sus criaturas.

En última instancia, en León Hebreo, como en Spinoza (otra ilustre inteligencia judía de origen ibérico), la creación no implica necesidad racional alguna, ni fatalidad lógica, sino que es prueba de amor divino, un amor que ya no se determina como pasión por lo hermoso y apropiable, sino por lo puramente bueno en su universalidad. De esta manera, "amando Dios la perfección, ama la perfección de su divina acción: y la falta, que se le presupone, no es en su esencia, sino en la sombra de la relación del Creador a la criatura: que pudiendo ser maculado por defecto de sus criaturas, desea su inmaculada perfección con la deseada perfección de su criaturas".

De este modo, la unión de Dios y el mundo depende, ya no del esfuerzo divino, sino del tesón de la criatura. "Dios no desea su unión con las criaturas, como hacen los demás amantes, sino que desea la unión de sus criaturas con su divinidad”. 

Los Diálogos de León Hebreo precedieron e influyeron en Bruno y en los diversos libros de platonismo erótico-recreativo publicados en Italia y España desde la primera mitad del XVI: en los Asolani del cardenal Bembo; en El Cortesano de Castiglione, Nuncio de Clemente VII en España entre 1525 y 1529, fecha de su muerte; en el tratado Del amor divino, natural y humano del botánico Cristóbal e Acosta; en el de Francisco de Aldana (Tratado de amor en modo platónico); en la Apología en alabanza el amor de Carlos Montesa. 

León Hebreo es hijo de su contexto y su tiempo, por situarse a caballo entre el ocaso de la cultura sefardí en España y la dominación aragonesa en el sur de Italia. En él la tradición hispano-judaica abraza la cultura del Renacimiento italiano. En la obra León Hebreo destaca la dependencia de Maimónides cuando aborda los problemas de la relación entre la razón y la fe, el problema de la causalidad y la eternidad del mundo, la astrología, la naturaleza del mundo sublunar y de la de la materia. 

Aunque sea claramente la obra de un judío y de un judío creyente, no lleva la impronta de las obras proselitistas que florecieron, sobre todo, en el siglo XVII y que tenía por objetivo a los marranos a quienes se intentaba incorporar en el seno de la comunidad de creyentes en la fe mosaica. No adopta jamás un tono beligerante o triunfalista. En ningún momento exalta la superioridad de la fe judía frente a las demás. Lo que sí que se ve a través de los Diálogos de amor es un intento de hacer que la fe judía sea comprensible para los lectores renacentistas del texto, apelando a la filosofía antigua, en particular al Neoplatonismo, el pensamiento medieval árabe y judío, la mitología y la Biblia, todos, elementos de una herencia intelectual y espiritual común al cristianismo y al judaísmo. Hay, incluso, alguna alusión a San Juan evangelista como uno de los seres que escaparon a la muerte junto con Enoch y Elías. Claramente estamos ante una obra sincrética, en que lo aparentemente dispar y contradictorio se reúne en un conjunto coherente como en otros autores del periodo renacentista.

MAG/26.11.2016


domingo, 20 de noviembre de 2016

Maimónides




Moses ben Maimon, llamado Maimónides por los cristianos y RaMBaM (acrónimo de la iniciales de su nombre en hebreo) por los judíos, nació el 30 de marzo de 1135 en Córdoba, capital de la España árabe, en el seno de una distinguida familia judía. Su padre, Maimum, un erudito formado en Lucena por rabí Yosef ha-Leví ibn Migash, ejercía como letrado y príncipe de la judería, descendía de jueces rabínicos, estudiosos y dirigentes comunitarios y en concreto decía proceder del Rabí Yehudá ha-Nasí, de la segunda mitad del siglo II, redactor de la Mishná. Su familia materna, por el contrario, era de humilde condición; su madre, que murió al darle a luz, era la hija de un carnicero; y su padre se volvió a casar.

Maimónides realizó sus primeros estudios bíblicos y talmúdicos en la escuela sinagogal. Estudió matemáticas y medicina según la enseñanza árabe. Tuvo una buena formación en filosofía, teología, ciencias y medicina. 

Conquistada Córdoba en 1148 por los almohades, que instalaron la intolerancia en al-Ándalus imponiendo las leyes del Islam tanto a cristianos como a judíos, la familia de Maimónides decidió emigrar junto a su familia. Se trasladaron primero a Almería, donde dio cobijo en su casa a su maestro Averroes, hasta trasladarse en 1160 con sus hijos a Fez. Allí residió durante solo cinco años, debido a la intolerancia almohade que les obligó a exiliarse, durante unos meses, en Palestina y finalmente en Egipto: primero en Alejandría y luego en Fustat (el viejo Cairo) en 1165. A pesar de su emigración, Maimónides se consideró siempre un sefardí.

En El Cairo el último rey fatimí, al-‘Adid, nombró a Maimónides su médico personal. Tras ser derrotado aquél  por  Saladino I en 1171, el nuevo sultán de Egipto y Siria confía también a Maimónides el cuidado de su salud. Más tarde fue médico de palacio con el visir al-Fadl, hijo mayor de Saladino.

Maimónides llegó a ser rabino principal o nagid de la comunidad judía de Egipto en 1177, asentando la teología judaica sobre los principios de la razón según la filosofía aristotélica, papel comparable al que cumplieron Averroes en el Islam y santo Tomás en el cristianismo. 

Como judío en territorio islámico tuvo una vasta formación en ambas culturas: la tradicional judía y la árabe profana (con sus incorporaciones de la griega), escribiendo tanto en hebreo como en árabe, en una prosa que se caracteriza sobre todo por la sistematización y la claridad expositiva.

De Maimónides surgiría el movimiento intelectual judaico de los siglos XIII y XIV que se extendió por España y el sur de Francia. Partidario del realismo teológico ha llegado a ser considerado precursor de las ideas de Spinoza, pero filosóficamente no se le considera muy original por seguir básicamente a Aristóteles, apartándose de él en puntos que parecen contradictorios a las creencias y tradiciones judías. Por lo tanto, su carácter es conciliador.

La fama de Maimónides se cimentó en tres pilares: la medicina, la filosofía y la religión hebrea.

Su obra médica se caracteriza por una inclinación al empirismo. Entre las grandes obras médicas de Maimónides destaca un grupo de libros destinados a comentar, divulgar y polemizar, a veces, las obras de sus antecesores. Entre ellos están: Extractos de Galeno, Comentarios sobre los aforismos de Hipócrates, Aforismos médicos de Moisés y el Tratado de dietética e higiene, que será modelo de otros escritos de ese estilo redactados en la Europa medieval. Estas obras de carácter médico fueron escritas en árabe y rápidamente traducidas al hebreo y al latín, siendo estas últimas versiones las que se difundirán por el mundo cristiano de la época. 

A juzgar por las continuas menciones en sus escritos, Maimónides se inspiró en la lectura de Hipócrates, Galeno y Aristóteles, y de los grandes sabios árabes, Rhazes de Persia, al-Farabi y el médico hispano-árabe Ibn Zhur. Su fama de sabio le llevó a ser médico de poderosos señores, pero jamás se olvidó de los pobres. Maimónides describe así un típico día de trabajo: 

Mis deberes con el Sultán son una pesada carga. Estoy obligado a visitarlo cada día y cuando uno de sus hijos, o alguna de las mujeres de su harén, está indispuesto. No me atrevo a salir de El Cairo porque debo pasar una gran parte del día en palacio. Llego a El Cairo muy temprano e, incluso cuando no sucede nada de importancia, no regreso a Fustat hasta la tarde, hambriento y fatigado. Al llegar encuentro la antesala de mi casa llena de gente… converso con ellos y receto mientras permanezco echado por culpa de la fatiga. Cuando cae la noche estoy tan exhausto que apenas me quedan fuerzas para hablar…

Maimónides escribió tratados sobre las hemorroides y el asma. En este último recomienda a los asmáticos huir del aire contaminado de la ciudad, vivir en pisos altos y ventilados, con las habitaciones alejadas de las letrinas. “El aire puro – dice Maimónides- es la regla más importante para la preservación de la salud del cuerpo y del espíritu“.

A petición de un sobrino de Saladino, que deseaba aumentar su potencia sexual, Maimónides escribió su Tratado sobre las relaciones sexuales . Es una obra extensa en la que, entre otros muchos temas, describe drogas útiles como afrodisíacos, aconseja moderación en la actividad sexual y describe la fisiología de los sexos.

Escribió un Tratado de los venenos y sus antídotos (1199) que fue empleado como texto de toxicología durante toda la Edad Media. En él habla de los tratamientos contra las mordeduras de las serpientes y describe los síntomas de envenenamiento causado por diferentes tóxicos.

Convencido de que la mejor forma de prevenir las enfermedades consiste en llevar una vida sana, tener costumbres saludables y evitar los excesos, escribió una serie de recomendaciones higiénicas y dietéticas en su obra El Régimen de la salud.

En cuanto a su pensamiento filosófico, Maimónides trata de conciliar el enfoque hebreo, el aristotelismo y el neoplatonismo.

Su pensamiento filosófico considera demostrable la existencia de Dios como Ser Necesario en cuanto primer motor y causa del mundo. Comparte con el filósofo musulmán Avicena la cosmovisión de esferas celestes regidas por Inteligencias separadas. La última de las cuales es el agente que ilumina a los hombres de corazón bien dispuestos.

Entre los pensadores latinos medievales se considera que la perspectiva de Maimónides es agnóstica pues afirma la imposibilidad del conocimiento de las características o atributos de Dios por superar su naturaleza la capacidad humana de comprensión.

Una de las preocupaciones de Maimónides era demostrar que la filosofía y la religión no eran incompatibles sino que podían armonizar entre sí, principal objetivo de su obra la Guía de los Perplejos, dirigida a aquellas personas confusas o perplejas por las aparentes discordancias entre filosofía y religión, es decir entre el aristotelismo y neoplatonismo, y el Tanaj hebreo.



En Guía de los perplejos, escrita en árabe (c. 1190), intentó armonizar fe y razón, reconciliando la filosofía de Aristóteles con la verdad literal del Antiguo Testamento para lo que se apoya en filósofos árabes como Averroes y Avicena. La obra tuvo una gran influencia en filósofos cristianos como santo Tomás de Aquino. Su utilización de un método alegórico, aplicable a la interpretación bíblica, que minimizaba el antropomorfismo, fue condenada durante varios siglos por muchos rabinos ortodoxos. Sufrió continuas dificultades y persecuciones, tanto por parte de los musulmanes (denunciado como apóstata del islamismo, sólo la protección personal del visir de Saladino, al-Fádil, le salvó de la muerte), como de los judíos tradicionalistas que recelaban de su tendencia racionalista. La diversidad de análisis en la interpretación, sobre todo referida al análisis de los textos sagrados hebreos, será una constante en la obra de Maimónides, en la que insistirá repetidamente en su “Guía de los Perplejos”, como deja escrito ya en la introducción de su obra:

Aclarar ciertas metáforas oscuras que se hallan en los Profetas, y que algunos lectores ignorantes y superficiales, toman al pie de la letra. Aun las personas enteradas se descarriarían y confundirían si entendieran estos pasajes en su sentido literal; empero, se sentirán por completo aliviados de su confusión y descarriamiento cuando les expliquemos las figuras o simplemente les indiquemos que las palabras se emplean en sentido alegórico.

La Guía de los Perplejos” es, posiblemente, el texto que más fama le dio a nivel general y no solo dentro de la comunidad judía. En su obra más importante, La Guía de Perplejos. Según Maimónides la tarea de la filosofía es confirmar racionalmente las verdades de la religión.

Se trata ante todo de una cuestión de lingüística y de interpretación. Según el autor aplicando el nivel interpretativo adecuado las discordancias desaparecen: “… en toda palabra hay un doble sentido, el literal y el figurado, siendo el uno tan valioso como la plata, pero más precioso todavía el sentido oculto; de suerte que la significación figurada está respecto de la literal en la misma relación que el oro a la plata”. 

Maimónides no sólo describe al principio el doble sentido de toda palabra, que es la pieza básica de la comunicación oral y escrita, sino que, a continuación, muestra mediante ejemplos cómo esos dos sentidos implican dos niveles diferentes de información. Niveles que pueden ser del todo diferentes o complementarios.

En La Guía de Perplejos Maimónides estimula la especulación creativa desde el conocimiento:

"Si deseas comprender todo cuanto este libro contiene, de manera que nada escape a tu noticia, considera los capítulos con orden y método. Cuando estudies cada uno de ellos, no te contentes con entender el principal asunto que trate, mas presta atención a cada término de los que en el capítulo se mencionen, aunque te pareciere no guardar relación con el tema. Porque lo que he escrito en este libro, es fruto de profundo estudio y gran diligencia, no mero capricho nacido de alguna sugestión momentánea. Especial cuidado he tenido de que no quede por esclarecer nada de lo que pueda parecer dudoso. Todo cuanto se menciona tiene su finalidad, de suerte que cada observación se verá que contribuye a ilustrar la doctrina esencial del respectivo capítulo. No lo leas superficialmente, que con ello me ofenderías a mí, y no sacarías provecho alguno”.

Esta invitación al análisis crítico se realiza presentando la propia obra como ejemplo, pero, en realidad es una invitación a extender tal tipo de análisis a todo tipo de texto. Digamos que es una forma sutil por parte de Maimónides de sugerir también ese tipo de lectura, que obliga a un procedimiento racional, tanto a las Escrituras Sagradas como a las obras de los filósofos y, casi por extensión, a cualquier obra.

Refiriéndonos ahora a su tercer pilar, su contribución a la evolución del judaísmo ha hecho que se le considere el filósofo judío más importante de la Edad Media, conocido con el sobrenombre de segundo Moisés.

Su gran obra en el campo de la legislación judía es el Mishné Torá (Repetición de la ley),  también llamada El Código de Maimónides, desarrollada en 14 libros y escrita entre 1170 y 1180 en hebreo para que la comunidad internacional de judíos pudiesen leerlo sin tener que saber el árabe. Maimónides se dedica a recopilar, glosar y mostrar una tradición en un lenguaje que ha de ser atemporal a fin de evitar anacronismos. Esta serie de reflexiones sobre el código de leyes religiosas judías es todavía consultada como interpretación de la Mishná, una de las partes del Talmud. 

Copio una reflexión del capítulo 11: «¿Puede haber mayor piedra de tropiezo que eso [el cristianismo]?. Todos los profetas hablaron del Mesías como el redentor de Israel y su salvador […] [Por el contrario, el cristianismo] mató por la espada a los judíos, dispersó y humilló a los que quedaron, alteró la Torá y apartó del camino a la mayor parte del mundo para que sirviera a otro dios en vez de a Adonai».

Maimónides formuló también los Trece artículos de fe, adoptados posteriormente como credo oficial por el judaísmo: 

1) Dios es el Creador y Gobernante de todas las cosas. Él solo ha hecho, hace y hará todas las cosas.
2) Dios es uno. No hay ninguna unidad como la suya.
3) Dios no tiene cuerpo. Los conceptos físicos no le son aplicables.
4) Dios es primero y último.
5) Es propio orar solo a Dios. No debe orarse a nadie ni a nada más.
6) Todas las palabras de los profetas son verdaderas.
7) La profecía de Moisés es absolutamente verdadera. Fue el principal de todos los profetas, tanto anteriores como posteriores a él.
8) La Torá completa que ahora tenemos es la que Moisés recibió.
9) La Torá nunca cambiará y Dios nunca dará otra.
10) Dios conoce todos los hechos y pensamientos del hombre.
11) Dios premia a quienes guardan Sus mandamientos y castiga a los que los transgreden.
12) El Mesías vendrá.
13) Los muertos serán resucitados.

Maimónides también escribió sobre astronomía, lógica y matemáticas y en su juventud poesías religiosas y una epístola en árabe. Es considerado el principal pensador científico judío de la Edad Media.

Moses ben Maimon falleció en El Cairo el 12 de diciembre de 1204. Años más tarde su tumba fue traslada a Tiberíades (Israel en la actualidad), bajo un moderno mausoleo.

MAG/20.11.2016