Hannah Arendt nació el 14 de octubre de 1906 en Hannover en el seno de una familia judía asimilada. Sus antepasados provenían de Königsberg (la actual ciudad rusa de Kaliningrado), a donde regresaron sus padres, Paul Arendt, un ingeniero, enfermo de sífilis, que falleció cuando Hannah tenía 7 años, y Martha Cohn, que la describió como una niña luminosa y alegre cuyo carácter cambió a raíz del fallecimiento en el mismo año de su padre y su abuelo, presidente de la comunidad judía liberal y concejal en Konigsberg, a quien estaba muy unida. Otro contrariedad, pasado cierto tiempo, fue el nuevo matrimonio de su madre. Hannah fue educada de forma liberal por su madre, de ideología socialdemócrata. Conoció el judaísmo reformista, a través de sus abuelos. No pertenecía a ninguna comunidad religiosa, pero siempre se consideró judía.
De una inteligencia precoz, a los catorce años ya había leído la ‘Crítica de la razón pura’ de Immanuel Kant y la ‘Psicología de las concepciones del mundo’ de Karl Jaspers. El estudio del griego le apasionó también. En ese año de 1923 tuvo que abandonar la escuela por problemas disciplinarios, dirigiéndose entonces sola a Berlín, donde, sin haber acabado la escolaridad, tomó clases de teología cristiana y estudió por primera vez la obra de Søren Kierkegaard.
De vuelta a Königsberg en 1924, se presentó por libre y aprobó el examen de acceso a la universidad (Abitur). Se matriculó en la universidad de Marburgo (Hesse) y durante un año asistió a las clases de Filosofía de Martin Heidegger y de Nicolai Hartmann, así como a las de teología protestante de Rudolf Bultmann.
Desde esta época de juventud, quien ejerció mayor influencia filosófica sobre Arendt fue Heidegger, cuya obra ‘Ser y tiempo’, dejó una huella profunda en su pensamiento, especialmente en su libro más conocido: ‘La condición humana’. Heidegger, padre de familia de 35 años, y Arendt, estudiante diecisiete años más joven que él, se enamoraron, aunque tuvieron que mantener en secreto la relación por las apariencias. Heidegger era católico, estaba casado, tenía dos hijos y, sobre todo, una reputación social que no estaba dispuesto a echar por la borda. Mantuvieron la relación sentimental con altibajos, pero la intelectual se mantuvo siempre. A comienzos de 1926 Hannah Arendt no aguantó más la situación y decidió cambiarse de universidad, trasladándose durante un semestre a la universidad Albert Ludwig en Friburgo, para estudiar con Edmund Husserl. Conoce personalmente a Jaspers, con quien mantuvo un intercambio intelectual durante toda su vida A continuación estudió Filosofía en la universidad de Heidelberg (Baden-Wurtemberg) y se doctoró en 1928 bajo la tutoría de Karl Jaspers, con la tesis ‘El concepto del amor en san Agustín’.
En Berlín se encontró en 1929 con el filósofo Günther Stern (que se llamaría más tarde Günther Anders), a quien ya había conocido en Marburgo. Poco más tarde se mudó a vivir con él, algo que estaba mal visto por la sociedad de la época, y ese mismo año se casaron, aunque Hannah y su marido tenían intereses distintos y frecuentaban círculos de amigos separados: él, más integrado en el ambiente comunista, tenía amistad con Bertolt Brecht; ella, cada vez más cerca del sionismo y de otras personalidades judías.
Hannah Arendt obtuvo una beca de la Notgemeinschaft der Deutschen Wissenschaft (Asociación de ayuda para la ciencia alemana), tras informes positivos de Jaspers, Heidegger y Martin Dibelius. Hannah Arendt se encontraba de camino a una carrera académica normal, con cátedra en la universidad. El nazismo destruyó esos planes.
En 1932 Arendt ya pensaba huir del régimen nazi, pero se quedó en Alemania cuando su marido emigró a París en marzo de 1933 para comenzar su actividad política. Por recomendación de Kurt Blumenfeld, trabajó para una organización sionista, estudiando la persecución de los judíos, que estaba en sus comienzos. Su casa sirvió de estación de tránsito para refugiados. En julio de 1933 fue detenida durante ocho días por la Gestapo.
Pasando por Checoslovaquia, escapó a Ginebra, donde trabajó unos meses para las Naciones Unidas. Finalmente decidió trasladarse a París, donde se encontró de nuevo con su marido Günther Anders. Volvió a trabajar para una organización sionista, ayudando a jóvenes judíos a huir hacia Palestina. En 1937 el matrimonio fracasó y se divorciaron.
Ella ya había conocido en 1936 a Heinrich Blücher, un ex comunista, que se había opuesto muy pronto a la política de Stalin. En París ambos pertenecían al mismo círculo de refugiados alemanes, junto con Walter Benjamin.
En 1937 se le retiró la nacionalidad alemana. En 1939 consiguió poner a salvo a su madre, que todavía estaba en Königsberg. En enero de 1940 se casó con Heinrich Blücher.
A comienzos de ese mismo año las autoridades francesas llamaron a la mayoría de los extranjeros de origen alemán para ser deportados. Arendt, junto con muchas otras mujeres, pasó una semana en los terrenos de un velódromo de París. Seguidamente fue trasladada al campo de internamiento de Gurs hasta julio de ese mismo año, considerada como «extranjera enemiga». Tras cinco semanas de internamiento, consiguió huir de Gurs, aprovechando que la vigilancia francesa disminuyó temporalmente debido a la toma de París por la Wehrmacht y su avance hacia el sur.
Hannah Arendt, su madre y su marido pudieron viajar a Lisboa, donde embarcaron para Nueva York a donde llegaron en mayo de 1941, gracias a la red creada por el periodista norteamericano Varian Fry, que ayudó a unos 2500 judíos escapar de Francia pagándoles el viaje a Estados Unidos con visados ilegalmente firmados por el diplomático estadounidense Hiram Bingham.
La familia vivió inicialmente en un pequeño hotel, gracias a una exigua beca que recibía de la organización de refugiados sionista. En de octubre de 1941 consiguió empleo como redactora en la revista judeo-alemana Aufbau, en Nueva York.
De 1944 a 1946 fue directora de investigación de la Conference on Jewish Relations (Conferencia de relaciones judías) y, seguidamente hasta 1949, lectora en la editorial judía Schocken. De 1949 a 1952 trabajó como gerente de la Jewish Cultural Reconstruction Corporation (JCR), la organización para el salvamento y el cuidado de la cultura judía.
El 26 de julio de 1948 murió su madre, Martha Arendt, durante el viaje a Inglaterra en el Queen Mary. Por encargo de la JCR, Hanna Arendt viajó a la República Federal Alemana en 1949-1950. Durante su estancia, se encontró, de nuevo desde 1933, con Karl Jaspers y Martin Heidegger.
En 1951 Hannah Arendt consiguió la nacionalidad estadounidense. Arendt había sufrido mucho como apátrida, porque lo consideraba una exclusión de la sociedad humana. La ciudadanía significaba para ella «el derecho a tener derechos».
Realizó un segundo viaje a Alemania en 1952. A partir de ese momento, viajó todos los años a Europa durante unos meses, también a Israel, visitando a amigos y familiares. Las amistades tenían mucha importancia en la vida de Hannah Arendt. Además de su estrecha relación de compañerismo con su esposo, que murió en 1970, Arendt cultivó intensas amistades con, entre otros, Mary McCarthy, Kurt Blumenfeld, Uwe Johnson, pero sobre todo con Karl Jaspers y también, hasta el final, con Martin Heidegger. Esta última amistad con Martin Heidegger tenía un carácter especial; mientras que expresó varias veces de forma despectiva su opinión sobre Heidegger como persona, por ejemplo en cartas a Jaspers del 29 de septiembre de 1950 y el 26 de octubre de 1959, consideraba tanto a Jaspers como a Heidegger los dos mejores filósofos contemporáneos.
A la edad de 47 años, Hannah Arendt consiguió en 1953 una cátedra temporal en el Brooklyn College de Nueva York, en parte gracias al éxito conseguido en EE. UU. con su libro sobre el totalitarismo. En Nueva York trabajó, junto con Martin Buber y otros, para la fundación del Leo Baeck Institut, un centro de documentación e investigación de la historia de los judíos de habla alemana.
En la primavera de 1959 obtuvo durante un semestre una cátedra como profesora invitada en la prestigiosa universidad de Princeton. Fue la primera mujer en enseñar en la institución.
Cuando en 1961 se celebró en Jerusalén el juicio del líder nazi Adolf Eichmann, la revista The New Yorker escogió como enviada especial a Hannah Arendt, que se había dado a conocer en EEUU con su libro ‘Los orígenes del totalitarismo’, y obviamente era una de las personas más adecuadas para escribir un reportaje sobre el juicio al miembro de las SS responsable de la solución final. Los artículos que la filósofa redactó acerca del juicio despertaron admiración en algunos (tanto el poeta estadounidense Robert Lowell como el filósofo alemán Karl Jaspers afirmaron que eran una obra maestra), mientras que en muchos más provocaron animadversión e ira. Cuando Arendt publicó esos reportajes en forma de libro en 1963 con el título ‘Eichmann en Jerusalén’ y subtítulo ‘Sobre la banalidad del mal’, el resentimiento no tardó en desatar una caza de brujas, organizada por varias asociaciones judías estadounidenses e israelíes.
En su libro, Arendt resaltó la rebelión de Eichmann contra las órdenes de Himmler quien, al aproximarse la derrota, recomendó un mejor trato a los judíos, mientras que Eichmann “se esforzó por hacer que la solución final lo fuera realmente”, escribió Arendt. La filósofa dibujó un minucioso retrato de Eichmann como un burgués solitario cuya vida estaba desprovista del sentido de la trascendencia, y cuya tendencia a refugiarse en las ideologías le llevó a preferir la ideología nacionalsocialista y a aplicarla hasta el final. “Lo que quedó en las mentes de personas como Eichmann”, dice Arendt, “no era una ideología racional o coherente, sino simplemente la noción de participar en algo histórico, grandioso, único”. El Eichmann de Arendt es un hombre que, engañándose y convenciéndose a sí mismo, está persuadido de que sus sangrientas acciones manifiestan su virtud
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De 1963 a 1967, Hannah Arendt fue catedrática en la universidad de Chicago y de 1967 a 1975 en la Graduate Faculty de la New School for Social Research en Nueva York.
Tras un primer infarto de miocardio en 1974, retomó sus escritos y la enseñanza y en 1975 tuvo un segundo infarto mortal en su despacho, en presencia de amigos. Las oraciones fúnebres las pronunciaron, entre otros, su viejo amigo Hans Jonas y representantes de sus alumnos
En EE.UU. la honraron con numerosos doctorados honoris causa. También en la República Federal Alemana recibió prestigiosos premios: en 1959 el Lessing-Preis der Freien und Hansestadt Hamburg y en 1967 el premio Sigmund Freud de la Academia Alemana para Lengua y Escritura en Darmstadt. En 1969 la American Academy premió su trabajo con una medalla Emerson-Thoreau. En 1975, el gobierno danés le entregó el premio Sonning por sus aportaciones a la cultura europea.
Tras la Segunda Guerra Mundial, ya instalada en Estados Unidos, Arendt se consagra a la reflexión sobre la filosofía política. Dedicó gran parte de sus textos sobre filosofía política a desmontar los totalitarismos. En especial, el nazismo, movimiento que, a su juicio, no sentaba su base en la germanidad, sino en un nacionalismo corrosivo, y que detestaba hasta el punto de calificarlo como una «patología política». En ‘Los orígenes del totalitarismo’ (1951), su obra más reconocida, sostiene que los totalitarismos se basan en la interpretación de la ley como «ley natural», visión con la que justifican la exterminación de las clases y razas teóricamente «condenadas» por la naturaleza y la historia. Otras obras suyas son ‘La condición humana’ (1958), ‘Eichmann en Jerusalén’ (1963), ‘Hombres en tiempos sombríos’ (1968), ‘Sobre la violencia’ (1970) y ‘La crisis de la república’ (1972).
El reconocimiento y el interés de Hannah Arendt por su identidad judía son más bien tardíos. En Nueva York desde el diario de lengua alemana en el que escribe pide la formación de un ejército judío para combatir el nazismo y hacer surgir, de este modo, una conciencia política en ese pueblo —el suyo— que carece de tal. En años posteriores se opone a la idea del Estado de Israel de David Ben Gurión y propone una federación binacional en la que ni los judíos ni los árabes gozarían de un estatuto mayoritario. Sin embargo, su modelo de Estado no es bien recibido y queda como una postura marginal y solitaria.
MAG/08.10.2016